Historia de San Antonio Abad

Recopilado del libro:
«Las tentaciones de San Antonio Abad» La Portellada
del Profesor D. Antonio Beltrán Martínez (1997)

Las noticias fiables sobre la vida de San Antonio, las conocemos esencialmente por un escrito de su amigo, contemporáneo y panegirista, el obispo Atanasio, quien lo redactó en griego entre 357 y 375, siendo muy pronto traducido al latín, al copto y al árabe, con lo que podemos apoyarnos en testimonios contemporáneos y no tener que limitarnos q otros como las «pasiones» de los mártires que se han conservado, que suelen ser muy posteriores en el tiempo o a referencias piadosas muy alejadas cronológicamente de los protagonistas y bastante de la realidad de los hechos; por otra parte , al contrario de lo que suele suceder con este tipo de escritos, no hay ninguna duda respecto de la autenticidad de la historia de Atanasio. La difusión de esta obra por todo el orbe, vademecun del eremitismo cristiano antiguo a partir de su inclusión en la Leyenda áurea de Jacobo de la Vorágine, en 1264, explican la popularidad de la vida , tentaciones y milagros de San Antonio y la celebración de su fiesta sin excepción. Sobre las notas recogidas por el citado obispo se han fundado las elaboraciones de numerosos libros que las glosaron y ampliaros añadiendo detalles que nos interesan sobremanera pues son los que, en definitiva, han informado del texto primitivo de La Portellada, porque recibieron muy pronto no pocas contaminaciones populares, sin que importe para nuestros efectos que carezcan del menor apoyo histórico.
Los datos más firmes vienen a coincidir en que el santo nació hacia el aó 250 de la Era Cristiana, en Coma , cerca de Heracleópolis, en el Egipto medio, localidad que actualmente se llama Quemans, situada a la orilla izquierda del Nilo.
Se dice que pertenecía a una familia patricia, acomodada en cuanto a bienes de fortuna, acendradamente cristiana, que educó al hijo en los principios de su religión; y se añade que, al quedar huérfano, hacia el año 270, contando la edad de 20 años, confió su hermana al cuidado de una comunidad de Vírgenes, repartió sus haberes entre los pobres, (como jesús recomendó a sus discípulos) ; Se afirma que poseía 150 yugadas de tierra y una lujosa casa, datos que reflejan la posición acomodada de cualquier persona de su tiempo, y que se retiró al desierto al servicio de Dios, a hacer penitencia y a orar a un punto de él, según se afirma, no muy alejado de su casa y siguiendo con tal conducta el ejemplo de un santo viejo que, desde hacía tiempo, se había retirado para vivir en la soledad.
Estableció como norma de conducta suya y de sus fieles, que el tiempo que no se dedicase a la oración se invirtiese en trabajos manuales para no permanecer ociosos, lo que en los medios populares se traduciría en ocupar las manos en la cestería; Y en la pieza de La Portellada presenta al santo, cuando no intervine en los diálogos, sentado prácticamente en un taburete, de modo apacible y laboriosos; Por sus virtudes fue llamado por todos en su tiempo » el amado de Dios».
De esta conducta arranca, o al menos se magnifica a través de ella, la fértil idea del eremitismo primitivo cristiano y la proliferación del número de anacoretas aislados o de la implantación de la comunidades cristianas de tal carácter, que influyeron de modo insistente en la organización de la iglesia cristiana en sus primeros tiempos.
En la pieza teatral de La Portellada, que se funda, como queda dicho, en las noticias tradicionales transmitidas sobres la vida del santo, la base de todas las tentaciones a que es sometido por el demonio es la que trate de engañarle para arrancarlo del lugar de oración a donde se ha retirado, en una ocasión con la falsa noticia de que su hermana ha sido raptada y tal vez violada por un seductor que la arrancado del convento donde la dejó recluida.
Evidentemente, las noticias seguras sobre la vida de San Antón son escasas aunque indiscutibles; Podemos afirmar que a la edad de 35 años se hallaba, según testimonios, en los montes Pispit, junto al mar Rojo, donde había fundad una comunidad monástica, acompañado por numerosos cenobitas que quisieron seguir su ejemplo, siendo fundamental su figura, como hemos dicho, para la iniciación del eremitismo sin el que no se puede comprender la organización de la primitiva vida cristiana; La tradición le sitúa cerca de Menfis, viviendo en el interior de un sepulcro antiguo durante cerca de veinte años, remontando luego el curso del Nilo, sin que se conozca el motivo de este desplazamiento, para llegar cerca de Tebas, continuar su éxodo hacia oriente y a unas treinta millas de distancia, establecerse sobre una montaña, a poco trecho del mar Rojo, alegrado el paraje con una fuente que manaba al pie del monte y con un bosquecillo de palmeras, lugar donde construyó una choza, de «dos varas en cuadro» ; La tradición afirma que cerca de Heraclea, habitó en las ruinas de un edificio antiguo; Ninguna de estas circunstancias del lugar y paisaje se reflejan en la pieza de La Portellada, que habla siempre del desierto y del «vergel», paro también de bosque y selvas.
Las leyendas piadosas introducirán en la vida de oración y trabajo del santo, las tentaciones del malo, para perturbarlo y hacer que el anacoreta dejase el retiro y volviese a las galas y maldades del mundo. «Envidioso el demonio de los progresos que hacía, movió todas sus todas sus máquinas para disgustarle la vida que había emprendido». El propio anacoreta advertirá a sus discípulos «Terribles y pérfidos son nuestros adversarios». Se dirá que eran estrategias del infierno el presentar a sus diabólicos habitantes coronados de rosas, provistos de cuernos, dotados de cuerpos enormes como torres o diminutos e impalpables como duendes, bellos como dioses o como mujeres, o pobres y humildes como ermitaños, Efebos, un niño desvalido o cualquier forma adoptada por Luzbel, trataban de apoderarse del Espíritu de San Antonio y de influir hasta en sus sueños con ofertas de poder o grandeza.
Volviendo a los rasgos históricos de la vida de San Antonio Abad, aparece de nuevo citado, saliendo de su retiro, con ocasión de la persecución contra los cristianos decretada por el emperador Maximiliano, el año 311, ahora en Alejandría, confortando en sus amarguras a los correligionarios apresados por los perseguidores, aunque no fue encarcelado con ellos. En la pieza de teatro popular de La Portellada, el propio Maximiliano es citado en la persona de un caballero de su reino, según un planteamiento muy del gusto del pueblo, satisfecho al ver que acude con su hija paralítica a pedir el favor divido para su curación a través del Santo, quien sanará de sus males a la joven con su oración, logrando como consecuencia, la conversión de uno y otra al cristianismo.
Dicen que San Antón aceptó quebrar su soledad y recibir los auxilios que le brindaban sus dos compañeros para paliar los quebrantos de su ancianidad a condición , como prueba de humildad, de que, cuando muriese, mantuviesen en secreto el lugar de su enterramiento.
Cuenta la tradición que el Santo falleció el 17 de enero del año 356, noveno del imperio de Constantino, y en tal día y mes celebra efectivamente la Iglesia su fiesta, y La Portellada la representación teatral, de «Las Tentaciones de San Antonio Abad». Las devociones populares añadieron que dejó una de sus túnicas y el manto que llevaba puesto cuando murió a San Atanasio y otra túnica a San Serapio obispo de Tommis, y así figura en la escena final de «Las Tentaciones » de La Portellada.

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